lunes, 12 de noviembre de 2007

Pactar con el Diávolo

El Diablo se me acerco un día.

Quería mi alma inmortal, vaya usted a saber para qué. Me preguntó, como quien pregunta la hora, que quería yo a cambio.

Lo medité un minuto y le dije que yo lo que quería era ser feliz. Mientras a mis espaldas estallaban nubes de flores y arco iris, como si de un anuncio de compresas se tratara.

El diablo me miró fijamente, con gesto de frustración. “Felicidades, lo que se dice felicidades, no nos quedan” me dijo “¿No te va bien con la eterna juventud?”

“Hombre” contesté “no suena mal, pero ser eternamente joven y un desgraciado, qué quiere que le diga.”

Me dijo que comprendía mi razonamiento, pero que no había necesidad de ser agorero, que días habría de todos los colores durase lo que durase el vivir, y añadió “además la felicidad es un articulo que no trabajamos, pues ya me dirá usted qué felicidad hay en saber que tu alma tiene asegurado un sitio en el infierno”

Pese a ser un demonio tenía más razón que un santo. “Venga esa eterna juventud” le dije “que más puñaladas da el hambre.”

MORALEJA:

No hay que hacer tratos con el diablo, que no son gente de bien, y llevan el estafar en la sangre. Fijaros en mí, que en lugar de la eterna juventud, me vendió la eterna pubertad, y aquí estoy; toda una eternidad con la cara llena de granos, las manos llenas de callos, y los ojos llenos de la grimas, pues nadie me entiende (y mis padres menos que nadie).

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