miércoles, 21 de noviembre de 2007

Perfume de Marte 1


Parece una mala excusa decir que es difícil encontrar un lugar para escribir, sobre todo cuando recuerdo que hace diez años podía escribir en cualquier situación; ya fuese en metro, en un bar, o en el curro. Pero es que entonces el escribir era la novedad. Pasa como con el sexo: no te encontraras una pareja de cincuenta follando en el rellano de una escalera o colándose en una obra para echar un polvo. Bueno, vale, lo admito; me cuesta horrores ponerme a escribir y a cualquier sitio le veo pegas. Bueno, a cualquiera no. Hay un lugar en el que mis ideas fluyen sin remilgos y mi bolígrafo bic cristal no descansa.

Es este:


Ni bloqueos ni hostias

Pues sí, mi querida taza del bater es un lugar en el que ni en peores días creativos me cuesta escribir. La pregunta es por qué, si puedo escaquearme en cualquier sitio con la excusa más estúpida que se me ocurra, aquí consigo ponerme manos a la obra con solo sentarme. La clave es esa, sentarme. O sea; aquí no vengo por casualidad, no paso sin más. Aquí vengo una vez al día (si mi fibra está OK) obligado por mis circunstancias, que no son otras que la urgente necesidad de evacuar. ¿Se podría pensar que, puestos a evacuar mierda, por que no soltar mis chorradas de paso? Pero no va por ahí los tiros. Es la seguridad. Cuando uno caga (no he experimentado lo que es el cagar de los demás así que asumo que se parece al mío), cuando te entran ganas de cagar, tus tripas te dan un ultimátum y andas, con presteza pero sin perder la dignidad, hacia el baño, estás en el momento más Zen de tu actividad diaria. Podría asegurar que en ningún momento de tu día a día haces algo que sea más correcto que esto: cagar cuando se tienen ganas. Por lo tanto al soltar un cagarro, entramos en sintonía con el cosmos, pues pertenecemos a ese momento en concreto, ese es nuestro sitio y no ningún otro. Y esa seguridad de hacer lo correcto te proporciona una corriente energética que te permite abrir tu mente hacia tu propia esencia y proyectarla al exterior, es decir; te permite escribir fluido.

Ese es mi pensamiento más elevado al respecto. Si a alguien le apetece la broma fácil puede referirse a él por el lugar de donde procede, pero no me importa. Yo y mi letrina somos uno con el universo. Mi letrina y yo. Hasta mañana, querida.

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